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Devocionales Diarios

Charles H. Spurgeon

12 de Noviembre
“Y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová.” Jeremías 31: 14.
Noten la palabra “mi” que aparece dos veces: “Mi pueblo será saciado de mi bien.” Las
personas que son saciadas por Dios están marcadas como pertenecientes a Dios. Dios se
agrada con ellas, pues ellas se agradan con Él. Ellas le llaman su Dios, y Él las llama Su
pueblo; Él se agrada de tomarlas como una porción, y ellas se sacian con Él como su
porción. Hay una comunión mutua de deleite entre el Israel de Dios y el Dios de Israel.
Estas personas están saciadas. Eso es algo grandioso. Muy pocos de los hijos de los
hombres son saciados alguna vez, sin importar cuál sea su porción; se han tragado la
sanguijuela borriquera que continuamente clama: “¡dame! ¡Dame!” Únicamente las almas
santificadas son almas saciadas. El propio Dios es quien ha de convertirnos y contentarnos.
No es sorprendente que el pueblo del Señor sea saciado con el bien de su Señor. Pues allí
hay bien sin mezcla, liberalidad sin restricción, misericordia sin reprensión, amor sin
cambio, favor sin reserva. Si el bien de Dios no nos sacia, ¿qué podría saciarnos? ¡Cómo!,
¿todavía estamos gimiendo? Con certeza hay un deseo maligno internamente si es un deseo
que el bien de Dios no sacia.
Señor, yo estoy saciado. Bendito sea Tu nombre.
La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Román