Charles H. Spurgeon

8 de Octubre
“Nunca más te llamarán Desamparada.” Isaías 62: 4.“Desamparada” es una palabra lúgubre. Suena como un tañido fúnebre. Es el registro de las
aflicciones más agudas, y la profecía de los males más espantosos. Un abismo de miseria
abre su boca en esa palabra “Desamparada.” ¡Abandonado por uno que comprometió su
honor! ¡Abandonado por un amigo probado por largo tiempo y de confianza! ¡Abandonado
por un pariente amado! ¡Abandonado por padre y madre! ¡Abandonado por todos! Esto es
un verdadero dolor, y, sin embargo, puede ser soportado pacientemente si el Señor nos
sostiene.
Pero, ¿qué se sentirá al verse abandonado por Dios? Piensen en el más amargo de los
clamores: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” ¿Hemos probado alguna
vez en algún grado el ajenjo y la hiel de “Desamparada” en ese sentido? Si así fuera,
supliquemos al Señor para que nos salve de cualquier repetición de una aflicción tan
indecible. ¡Oh, que esas tinieblas no vuelvan jamás! Los hombres maliciosamente le dijeron
a un santo: “Dios lo ha desamparado; perseguidle y tomadle.” Pero siempre fue falso. El
favor amante del Señor forzará a nuestros crueles enemigos a tragarse sus propias palabras,
o, al menos, a reprimir sus lenguas.
Lo opuesto de todo esto es esa palabra superlativa Hefzi-bá: “Mi deleite está en ella.” Esto
convierte en baile al llanto. Que aquellos que soñaron que habían sido abandonados oigan
al Señor cuando dice: “No te desampararé, ni te dejaré.”
